18/6/12

Hating people

Ah, mis pensamientos de hace... uff un millón de años. ¿Significará algo malo que aún quiera hacerlo?

Quiero escribir un hate mail y decirle a esa gente todas las cosas que mi educación o mi miedo no me permiten. O aún mejor, gritárselo en la cara para que sepan que sí, se contenerme, pero llega un momento en la vida de toda persona que se harta de ser buena gente. Quiero decir un montón de groserías pero creo que es como esas llamadas que la gente hace cuando está ebria y de las que se arrepiente al día siguiente...

Cumpliendo predicciones

¿Y si al final no hay sentido en la vida?
¿Y si al final todo lo que venimos a hacer aquí es vivir y ya?

¿Y si al final no me voy al cielo, ni al infierno... solo desaparezco y ya?

Ya me cansé de buscarle sentido a la vida. Pero más que eso, ya me cansé de tratar de encontrarle sentido a MI vida, buscándolo en alguien más. Y aún más, ya me cansé de buscar a alguien más.

Voy a cumplir mi propia predicción y me volveré la señora de los gatos. Ya tengo uno, ya nada más me faltan unos 5 más, por lo menos, y habré cumplido mi pronóstico.
Muérete de envidia, Walter Mercado, que soy mejor adivina que tú.



PS. Perdón por la incoherencia, quien sea que aún se pasa por este cement... blog. Las neuronas se me acabaron por no dormir, la decepción me atarugó y creo que los zombies se comen mi cerebro cuando no me doy cuenta. Estúpidos amores que se meten en mis venas y me paralizan los sesos.

4/2/11

Nieve

El producto de una noche provechosa. ¿Continuará?


      -Siempre he podido oler la nieve – me dijo una noche de invierno. Obviamente lo tomé a loco, pues en la vida había nevado en ese pequeño pueblo, pero él se mostró inusualmente obstinado con esa idea. –Desde pequeño he podido oler la nieve, saber cuando se acerca, desafiante y silenciosa, hasta caer sobre el pavimento como kamikazes. Y seguramente, mañana nevará.
No quise seguir con su juego. No quería verme como tonta discutiendo por una corazonada que, además de loca, sonaba imposible. ¿Nieve, al principio del invierno, en mi encerrada ciudad en la que nunca se había visto un frío “real”, y sin ser anunciada por los pronosticadores? Absurdo. Contradecir eso significaría darle un peso innecesario, y no quería hacer eso. No estaba dispuesta a darle ni un poco de razón tomándolo en serio, por lo que di la vuelta, dando por zanjado ese asunto y dispuesta a dejarlo ahí, solo, con sus extrañas cavilaciones sobre la nieve.
Él siempre había sido así… o al menos durante los dos años que llevaba siendo su única amiga en esta ciudad. Extraño, mirando siempre al cielo, pensando en cosas para las que yo nunca me hallaba preparada. Era peculiar, incomprendido dirían algunos, inadaptado. Pero por alguna razón, en mí tenía el efecto contrario al que causaba en los demás. Mientras erigía un muro repelente para todos, a mí me atraía, haciéndome actuar como una mosca que vuela directamente a la luz fluorescente de algunos restaurantes.
Cada vez me sentía más absorbida por su extraña personalidad, tan tímida y desafiante a la vez. Algunas veces, cuando estaba lo suficientemente inspirada, me daba el lujo de pensar en él como el “yin” de mi “yang”, como la otra parte de mi alma. Como mi complemento perfecto, en algunas ocasiones. Pero cuando comenzaba a otorgarle más y más atributos románticos a nuestra relación, me obligaba a mí misma a detenerme, y borrar de mi memoria (y de mi corazón, en cierto sentido) cualquier rastro de idealismo adolescente que lo manchara.
Por alguna razón, no me permitía pensar así de él. No quería arruinar esa amistad que tanto me había costado mantener, y que tanto valoraba en ese punto de mi vida. Cuando mis pensamientos se teñían más de rosa, yo los volvía blancos de nuevo, y hasta grises. Y eso me mantenía cuerda, y a él, lo volvía mi mejor amigo.

Esa noche fue una de esas que el sueño me abandonó.
Se estaba volviendo normal pasar la noche en vela, como vampiro moderno, dejándome sorprender por el primer rayo de sol mientras llegaba a los 3 millones de ovejas en mi cabeza. Del sueño, ni un atisbo. Parecía que mi cerebro cobraba vida apenas la primera estrella parecía en el cielo, y me obligaba a pensar en situaciones, ideas, personas, temas varios y problemas sin fin. En fin, que se me estaba haciendo costumbre dormir un rato en el día y permanecer despierta mientras los demás viajaban a cumplir sus fantasías soñando.
Para no pensar en él, como también parecía suceder con mayor frecuencia, me ocupaba con cosas menos triviales que el amor: dibujaba siluetas sin rostro en el reverso de los recibos que se acumulaban en mi buró, tejía bellas pulseras que se iban a adornar las muñecas de los diferentes niños que cuidaba para mantenerme ocupada, cambiaba de lugar los muebles que, a su paso, dejaban marcas por el piso de mi sala, o me quedaba ahí, en medio del salón, sobre la mullida alfombra verde chillón, ejercitando mi cerebro dejándolo en blanco durante el mayor tiempo posible.
Pero, debo admitirlo, soy una chica banal: él siempre vencía a las ovejas, superaba las pulseras, se volvía una de las siluetas, y llenaba el espacio en blanco que mi cerebro se esforzaba por mantener.
Y así me pasaba los días viéndolo decir las cosas más incomprensibles, y las noches pensando en todos los significados de sus palabras sin sentido. ¡Diablos!

31/12/10

Reflexión de Fin de Año

Adiós 2010.
Bendiciones no faltaron. Logros y metas que se ponen en balanza con todo el aprendizaje de este año, tan largo como fue.
Me gradué. Después de mucho tiempo puedo decir que tengo mi título en las manos, que soy alguien, una adulta de verdad, y que empezaré una nueva aventura en mi vida. Reí, lloré, conocí mucha gente que en la vida me imaginé que me fuera a agradar tanto, disfruté la vida al máximo cada segundo hasta el último momento de este año.
Me asaltaron, lloré, viví momentos dolorosos y el año se tiñó de negro con las pérdidas que lo acompañaron. Hubo muertos reales, y muertos metafóricos, que pasaron a formar parte de mis fantasmas, esos que se asoman de vez en cuando y que desaparecen en los momentos que más los necesito.
Acabé con amistades de años. Me reconcilié con algunas personas con las que había perdido contacto por la distancia, los desacuerdos, o simplemente por diferencias que parecían irreconciliables.
Y al final, sólo me queda una reflexión:

Gracias a todos aquellos que han estado en mi vida de forma constante, o inconstante, pero que me han mostrado su amistad y su aprecio. Créanme que soy la persona más agradecida con aquellos que se quedan conmigo en los momentos que más los necesito, y no olvido cada momento que he compartio con ustedes. Gracias también a los que, por el contrario, me han mostrado la verdadera naturaleza de su amistad. A quienes me han puesto obstáculos, accidentales o premeditados. Y a quienes han querido verme fracasar. Hoy soy más fuerte gracias a ustedes, y me he dado cuenta no sólo de mi potencial, sino del valor que tengo como ser humano. Gracias por dejarme aprender de ustedes y de mí misma.
No hago propósitos de año nuevo. Pero si quiero que en este nuevo año sus deseos (de ustedes, quién se acerque a leer esta entrada tan aburrida y solemne) se vuelvan realidad, y que Dios o la vida (en quien ustedes crean) se encargue de darles lo que merecen. Y felicidad, por sobre todas las cosas. Les deseo mucha felicidad.

¡Ven, 2011, que estamos listos para tí!

25/11/10

Thanksgiving 2010

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Nunca he celebrado Acción de Gracias. En mi ciudad de la provincia veracruzana no se celebran estos días festivos importados, como Halloween o Thanksgiving: no se ven niños pidiendo dulces en las calles a finales de octubre, y los pavos viven felices… hasta navidad.

Sin embargo, creo que es una linda tradición norteamericana (y con eso incluyo a los del norte y a los de arribita) que debería ser aplicada no sólo un día, sino todos.

Este año creo que debo dar gracias. Por un millón de cosas. Pero hay algunas que considero muy importantes para este día.

 

1. En este punto debería agrupar a mi familia, a mis amigos DE VERDAD, y a esas personas que han hecho de mi vida lo que es actualmente. Quienes me han dado sonrisas, alegrías y felicidad; quienes han llorado conmigo y, algunas veces, hasta por mí; y quienes me han enseñado todo lo que sé. Gracias.

2. Por estar viva, completa, defectuosa pero en pie, con mi familia unida, con educación superior (por fin terminé, y en un mes tendré mi título en las manos), con ropa, con techo, con alimento en el refrigerador, ideas en la cabeza y pasión en el alma. Por dejarme ver el cielo azul, el mar que parece infinito, el suelo bajo mis pies, el viento alborotándome el cabello, el agua entre mis dedos. ¡No hay nada más increíble que estar vivo!

3. Y, por último, a las personas que han pasado por mi vida y la han abandonado, por voluntad propia o por razones distintas, y que han dejado una marca en mi corazón. Nunca olvidaré felicidades, alegrías, momentos de paz, tristezas, lágrimas, dolor, heridas, y sentimientos, muchos sentimientos.

 

Muchas gracias también a ustedes, que por error o curiosidad, puedan leer hasta el final esta entrada tan agradecida!! Valen mil =P

21/9/10

(Inserte un título creativo aquí)

Siempre los momentos de lucidez llegan cuando no hay lápiz y papel a la mano. O la energía para buscarlos. Mis momentos de lucidez llegan, principalmente, cuando me estoy bañando (yo digo que el agua cayendo sobre mi cabeza activa mis neuronas perezosas), y cuando estoy bien acomodada en mi cama lista para dormir (no tengo teoría para esto). Entonces ahí estoy yo, con mi cerebro actuando a tres mil revoluciones por segundo, y sin la posibilidad de escribir todas las ideas que se me vienen a la mente.
Anoche me pasó lo mismo. Cuando por fin me decidí a cerrar los ojos y dormir, ¡paff! que se viene una idea con fuerza. Y como me dio flojera prender la luz, o la compu, y escribir mi idea, pues agarre el celular y me la mensajeé. Luego cerré el celular y dormí como bendita.
Mi idea era bien simple: ¿Por qué cuando crecemos nos avergonzamos tanto de lo que sentimos?
Sé que, a plena luz del día, no suena como la idea maravillosa que pensé anoche, pero sí me puse a pensar muchas cosas. Quiero decir: ¿por qué mientras más crecemos, más nos guardamos lo que realmente sentimos, creemos, o pensamos en equis momento?
Pensaba en el dicho popular de que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Y luego, será la sociedad, será el sereno, pero empezamos a "editar" lo que pensamos, a autocensurarnos, y a decir cosas bien opuestas a lo que en verdad se nos ocurre. Y, admitámoslo, las mujeres somos expertas en eso.
Entonces sigo tratando de encontrar una razón por la cual no decimos la verdad cuando nos la piden. ¿Para no herir a alguien? En mi último sondeo, en el que tuve la fabulosa participación de un hombre y una mujer, los dos coincidieron en que es más fácil decir la verdad desde el principio. Y, a pesar de eso, seguimos inventando elaboradas mentirijillas que no hacen más que demostrar nuestra inagotable creatividad, y no nuestro sentir, parecer o pensar sobre determinada cosa.
Ah, ojalá fuera más congruente con mi forma de ser y pudiera decir la verdad sobre cada cosa que me ponen enfrente. Me hubieran dejado de preguntar hace muchísimo...

2/9/10

Tengo una esperanza muerta en el patio.

Tengo una esperanza muerta en el patio.
Nunca me había pasado. Mis esperanzas siempre se mantienen vivas, hasta que se escapan por una ventana para no volver jamás. Mis esperanzas nunca se mueren.
Tengo dos teorías. La primera dice que la maté por accidente, que me olvidé de ella (sí, como si eso pasara en verdad), que no la alimenté lo suficiente. Pero mis esperanzas no se quedan sin comer, porque se alimentan hasta de las cosas más pequeñas, las que otros ni siquiera ven. A veces, hasta de cosas que ni siquiera existen, ahí van mis esperanzas y hacen de cuenta que sí, y siguen creciendo sanas, más fuertes que nunca, a pesar de todo. Además, esta esperanza no murió de hambre, porque era más grande que todas las demás esperanzas que he tenido.
Lo que me lleva a mi segunda teoría. Alguien envenenó a mi esperanza. Nada se muere de un día para otro sin razón, por lo que creo que alguien tuvo que haberla asesinado. Con palabras de odio, con imaginario alimento envenenado, o simplemente con el deseo de verla muerta, pues mis esperanzas también dependen de los demás. Tal vez a alguien le pareció molesta mi esperanza, a pesar de que no le hacía daño a nadie además de mí.
Mi esperanza murió, pues. Ahora tengo que buscarme otra que sea más resistente, y que se alimente de comida de verdad.