Ese día hacía mucho sol, y se escuchaban las chicharras en el patio. Y era como música que me llamaba cual canto de sirena invitándome a jugar alrededor del pozo. Y, obvio, teniendo yo 4 años, fui corriendo hacia ese lugar encantado y prohibido. Yo estaba encantada: traía puesto mi bello vestido nuevo, rosa pastel como a mi me gustaba, y corría descalza sobre el pasto amarillo y quemado por el sol, que crujía cada vez que daba un paso sobre él.
Y las sirenas entonces atacaron. Una chicharra enorme pasó frente a mí, haciendo ese extraño zumbido con las alas, y golpeándome en la frente me hizo perder el equilibrio. Y, obvio de nuevo, pasó lo que mamá temía tanto.
Caí al pozo.
El agua entraba por mi nariz, por mis oídos, y llenaba mi cuerpo de ese extraño líquido que lejos de refrescarme como cuando estaba en la bañera, me quemaba por dentro. Y no entendía. Digo, no podía pensar mas que en mamá y como no la había escuchado, y cuan arrepentida estaba, y cuan tonta me sentía, y que si lograba salir de ese pozo, no volvería a desobedecerla en la vida.
No supe si grité. No recuerdo si patalee. Pero recuerdo haber sentido las fuertes manos de mi padre sacándome del pozo, mientras el aire reemplazaba el agua de mi cuerpo. Mientras sentía como por mi nariz corría un líquido tibio y espeso, recupere la vida y la vista. Estaba viva, tenía otra oportunidad.
Mamá nunca se enteró de eso. El secreto permaneció entre mi padre y yo hasta hoy, que por primera vez le cuento a alguien de mi experiencia cercana a la muerte.
Pasarían muchos años antes de que volviera a desobedecer a mamá, pero en esa ocasión, valió la pena.
ehm bueno nomas pasaba a preguntar si aun escribes en algun lugar o ya no.. (lo dejan a uno con las ganas caray)
ResponderBorrar