21/9/10

(Inserte un título creativo aquí)

Siempre los momentos de lucidez llegan cuando no hay lápiz y papel a la mano. O la energía para buscarlos. Mis momentos de lucidez llegan, principalmente, cuando me estoy bañando (yo digo que el agua cayendo sobre mi cabeza activa mis neuronas perezosas), y cuando estoy bien acomodada en mi cama lista para dormir (no tengo teoría para esto). Entonces ahí estoy yo, con mi cerebro actuando a tres mil revoluciones por segundo, y sin la posibilidad de escribir todas las ideas que se me vienen a la mente.
Anoche me pasó lo mismo. Cuando por fin me decidí a cerrar los ojos y dormir, ¡paff! que se viene una idea con fuerza. Y como me dio flojera prender la luz, o la compu, y escribir mi idea, pues agarre el celular y me la mensajeé. Luego cerré el celular y dormí como bendita.
Mi idea era bien simple: ¿Por qué cuando crecemos nos avergonzamos tanto de lo que sentimos?
Sé que, a plena luz del día, no suena como la idea maravillosa que pensé anoche, pero sí me puse a pensar muchas cosas. Quiero decir: ¿por qué mientras más crecemos, más nos guardamos lo que realmente sentimos, creemos, o pensamos en equis momento?
Pensaba en el dicho popular de que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Y luego, será la sociedad, será el sereno, pero empezamos a "editar" lo que pensamos, a autocensurarnos, y a decir cosas bien opuestas a lo que en verdad se nos ocurre. Y, admitámoslo, las mujeres somos expertas en eso.
Entonces sigo tratando de encontrar una razón por la cual no decimos la verdad cuando nos la piden. ¿Para no herir a alguien? En mi último sondeo, en el que tuve la fabulosa participación de un hombre y una mujer, los dos coincidieron en que es más fácil decir la verdad desde el principio. Y, a pesar de eso, seguimos inventando elaboradas mentirijillas que no hacen más que demostrar nuestra inagotable creatividad, y no nuestro sentir, parecer o pensar sobre determinada cosa.
Ah, ojalá fuera más congruente con mi forma de ser y pudiera decir la verdad sobre cada cosa que me ponen enfrente. Me hubieran dejado de preguntar hace muchísimo...

2/9/10

Tengo una esperanza muerta en el patio.

Tengo una esperanza muerta en el patio.
Nunca me había pasado. Mis esperanzas siempre se mantienen vivas, hasta que se escapan por una ventana para no volver jamás. Mis esperanzas nunca se mueren.
Tengo dos teorías. La primera dice que la maté por accidente, que me olvidé de ella (sí, como si eso pasara en verdad), que no la alimenté lo suficiente. Pero mis esperanzas no se quedan sin comer, porque se alimentan hasta de las cosas más pequeñas, las que otros ni siquiera ven. A veces, hasta de cosas que ni siquiera existen, ahí van mis esperanzas y hacen de cuenta que sí, y siguen creciendo sanas, más fuertes que nunca, a pesar de todo. Además, esta esperanza no murió de hambre, porque era más grande que todas las demás esperanzas que he tenido.
Lo que me lleva a mi segunda teoría. Alguien envenenó a mi esperanza. Nada se muere de un día para otro sin razón, por lo que creo que alguien tuvo que haberla asesinado. Con palabras de odio, con imaginario alimento envenenado, o simplemente con el deseo de verla muerta, pues mis esperanzas también dependen de los demás. Tal vez a alguien le pareció molesta mi esperanza, a pesar de que no le hacía daño a nadie además de mí.
Mi esperanza murió, pues. Ahora tengo que buscarme otra que sea más resistente, y que se alimente de comida de verdad.