9/11/08

Un pequeño secreto

Cuando tenía cuatro años, jugaba cerca de un pozo. Había oído a mamá decirme diez mil veces que no lo hiciera, pero ese lugar ejercía una influencía tremenda e indescriptible hacia mí, por lo que seguía haciéndolo, a pesar de todas sus indicaciones. Pero me cuidaba de hacerlo cuando ella no estaba en casa. 
Ese día hacía mucho sol, y se escuchaban las chicharras en el patio. Y era como música que me llamaba cual canto de sirena invitándome a jugar alrededor del pozo. Y, obvio, teniendo yo 4 años, fui corriendo hacia ese lugar encantado y prohibido. Yo estaba encantada: traía puesto mi bello vestido nuevo, rosa pastel como a mi me gustaba, y corría descalza sobre el pasto amarillo y quemado por el sol, que crujía cada vez que daba un paso sobre él. 
Y las sirenas entonces atacaron. Una chicharra enorme pasó frente a mí, haciendo ese extraño zumbido con las alas, y golpeándome en la frente me hizo perder el equilibrio. Y, obvio de nuevo, pasó lo que mamá temía tanto. 
Caí al pozo.
El agua entraba por mi nariz, por mis oídos, y llenaba mi cuerpo de ese extraño líquido que lejos de refrescarme como cuando estaba en la bañera, me quemaba por dentro. Y no entendía. Digo, no podía pensar mas que en mamá y como no la había escuchado, y cuan arrepentida estaba, y cuan tonta me sentía, y que si lograba salir de ese pozo, no volvería a desobedecerla en la vida. 
No supe si grité. No recuerdo si patalee. Pero recuerdo haber sentido las fuertes manos de mi padre sacándome del pozo, mientras el aire reemplazaba el agua de mi cuerpo. Mientras sentía como por mi nariz corría un líquido tibio y espeso, recupere la vida y la vista. Estaba viva, tenía otra oportunidad. 
Mamá nunca se enteró de eso. El secreto permaneció entre mi padre y yo hasta hoy, que por primera vez le cuento a alguien de mi experiencia cercana a la muerte. 
Pasarían muchos años antes de que volviera a desobedecer a mamá, pero en esa ocasión, valió la pena.  


3/9/08

Como la primavera

Yo nunca supe por qué, pero con ella siempre había una mariposa. Generalmente azules, se posaban en su cabello como broches de plata, sin moverse siquiera, adornando su presencia un poco más. Las mariposas parecían amarla. Llegaban en montones cuando ella las llamaba, y la cubrían de colores por todo el vestido. Ella tampoco parecía odiarlas: decía que quizás su destino era ser mariposa, pero el cielo se equivocó y la mandó como humana.
El día de su cumpleaños, le di un ramo de narcisos. Ella me recordaba la historia de la belleza de Narciso, y como llegó a convertirse en flor. Ella no dijo nada. Pero supe que le habían gustado, cuando una mariposa pequeña y roja llegó sobre las flores, como una mancha de sangre sobre la nieve. Su sonrisa lo confirmó, y me sentí feliz de complacerla.
Ella se fue un día de mayo, silenciosa como una flor que se marchita. Se despidió de todos cálida, por la tarde, para su siesta; no sabíamos que dormiría para siempre. sus ojos azules nos dieron la última sonrisa, acariciándonos a cada uno como solía hacerlo siempre. Era una tarde febril, pesada y naranja. Ninguna otra mejor para decirle adiós.
Ese día, una mariposa negra cruzó el umbral de la casa por última vez.

30/5/08

Reseña no. 1: La Ladrona de Libros

Vamos a hacer algo diferent esta vez: reseñaré-criticaré este libro que leí hace un par de meses.

La Ladrona de Libros de Markus Zusak.
Tiene los elementos para engancharte hasta desear terminar de leer y, al mismo tiempo, querer que esa historia dure eternamente.
Un narrador especial. La Muerte, humanizada hasta los huesos, muestra sentimientos, remordimientos, y un ácido sentido del humor que nos guía a través de la historia principal. A través de sus palabras nos describe los rincones de Himmelstrasse y la infancia (y la pérdida de ella) de la protagonista, por quien siente una fascinación que nos contagia.
Una protagonista entrañable, amigable, conocida. Liesel Meminger. La pequeña ladrona viviendo en medio de la guerra, sin conocer a Hitler, sin saber más de él que lo quehan dicho de su libro, Mein Kampf, el cual está ansisa por leer. Desafiando a la muerte desde el comienzo, enamorándola.
Personajes vivos. Como si existieran en realidad. Con sentimientos, necesidades, miedos. Rudy, un alemán deseando ser Jesse Owens; Rosa y Hans Hubermann, los padres sustitutos, alemanes escondiendo un judío en el sótano; Max, judío alemán, cuya vida es tan paralela a la de Liesel que parecen una misma. Personajes cuyas vidas son más complicadas de lo que uno imagina en el primer capitulo.

La Ladrona de Libros es uno de esos libros que te llama la atención desde la portada. A mi en particular me decía "cómprame, cómprame", y a pesar de que no lo compré el primer momento que lo vi, mi insistencia por tenerlo me valió pra que llegara después a mis manos sin tener que pagar por él. (No me lo robé, me lo regalaron para que me callara).
Así que si esto no es suficiente para motivar a alguien a que lo compré, o al menos lo baje de internet, no sé que será.

1/5/08

Si yo te quiero y tú me quieres...
¿por qué seguimos jugando a no querernos?

Puedes huir, una y mil veces, pero sabes que lo quieres, y yo no soy ninguna cazadora para estarte persiguiendo, así que esperaré aqui a que te decidas a admitir que lo que sientes es más fuerte que tus ganas de correr...

29/4/08

Aclaremos

No amo tu risa, perdóname pero es verdad No puedo decirte que te amo cuando ríes o cuando lloras, porque sería mentira.
No amo tus manos, tu mirada, tus labios... nada de eso, ¿qué puedo decir? Si eres tan igual a muchas otras personas. Tus ojos son iguales a los de otros chicos, y tus labios son como los míos. Tus manos se han descuidado un poco, y tu risa es algo escandalosa.
No amo cada parte de tí. No podría. Eres como un rompecabezas mal armado: algunas piezas no combinan.
Pero no creas que no te amo.
Cada error, cada defecto, cada peculiaridad de tí me hace verte completamente diferente a como vería a alguien más.
No eres hermoso, eres peculiar en tu forma única de ser, aunque parezca redundante. No eres perfecto, aunque tu imperfección te hace especial, por lo menos para mí. Eres lo que eres, eres tú.
No amo cada parte de ti. Amo lo que eres tú, todo y completo tú. Tus diferencias, tu estilo, tu forma de ser casi opuesto a los demás.
Eso amo. Todo el rompecabezas mal armado que eres.

12/4/08

Pregunta Vital

¿Adán y Eva realmente se amaban, o simplemente estaban condenados a vivir el uno con el otro, en ausencia de más personas?

21/2/08

Divagando, divagando

A veces me pregunto demasiadas cosas, me arrepiento de otras tantas y me da ansiedad pensar que pudo haber pasado si hubiera hecho tal o cual de un modo diferente. Quiero decir, como si tuviera una maquina del tiempo y pudiera regresar al pasado y hacer cosas que debí hacer y no hice, o dije cosas que no debía y poder callarme la boca en ese momento.
Se que no soy la única que se pregunta ese tipo de cosas, pero si me angustia pensar en un futuro diferente, alterno. Un futuro donde todavía está él, donde las cosas son distintas, donde dije todas las cosas que debía, o donde no dejé nada para otro día.
Mi cabeza da muchas vueltas en esos momentos. Es como si me esforzará tanto simplemente para angustiarme más, y acabo con nudos en la garganta, con el estómago hecho trizas, y sendas lágrimas de desesperación y/o frustración escurriéndome de los ojos. Y, obviamente, me frustro más.
Digo, no es como si de veras pudiera cambiar mi pasado, pero esa pinche incertidumbre me molesta. Siempre me pregunto ¿y si…? Y cuando doy con la respuesta, me trauma. Me trauma mucho porque pudo haber sido mejor, pude haberlo hecho mejor, pero no. O no pensé lo suficientemente rápido, o algo salió mal, y arruine la mitad de un día simplemente siendo desconsiderada, o grosera, o diciendo una palabra que no debió haberse dicho nunca.
¿Qué porqué tanta mierda acerca de regresar al pasado? Porque empiezo a preguntarme si hice bien al dejarlo ir. O al clavarme tanto con él. Me pregunto qué hubiera pasado si jamás lo hubiera conocido, pero eso si, me cuesta mucho trabajo imaginarme la vida sin él.
Fue mi mejor amigo, una persona en la que confié ciegamente. Estaba ilusionada realmente, creía que podíamos durar mucho tiempo, que podríamos llegar a algo más. No sé, a lo mejor parecen chiquilladas, pero me gustaba pensar así. Mi cabeza ya traía ideas de un futuro, de hijos, de nietos. De una historia de amor para contarles. De un final feliz, como cuento de Disney.
Pero por Dios, que realmente esas cosas me pasaban por la mente diario y siempre. Y me hacia feliz. Era lindo tener a alguien en quien pensar todos los días, y poder dedicar la vida a él y nada más. Me hacia feliz que él fuera feliz, porque él decía que lo era. Ahorita realmente quisiera saber si fue feliz de verdad, si no fingía, si no me engañaba. O sea, no me importa que alguna vez me hubiera engañado, eso qué, si cuando estaba conmigo sólo era yo y nadie más. Para qué su corazón, si su cuerpo y su mente eran completamente míos, al menos por un par de horas. Debí conformarme con eso. Y ahora tengo que conformarme con su amistad, quizás.
¿O qué? ¿Cuáles son mis opciones ahora? No pido mucho, soy una niña. Antes pedía amor, comprensión, tiempo y cariño, ahorita ya nada de eso importa. Ya eso pasó, o quizás no pasó, aún no entiendo esa parte, pero en realidad pido muy poco esta vez. Amistad. Ni siquiera incondicional, ni leal, ni nada de esa mierda que de poco me sirve. Sólo un poquitito de amistad, un día a la semana, y ya. Con eso sería feliz.

16/2/08

Cosas pasan

-Tenemos que hablar. –dijo él cuando nos encontramos ese día, después de que se despidiera anterior con un profundo beso. Se sentó, ocultó la mirada, puso su cabeza entre sus manos, y se quedó callado.

Hace 3 años que fuimos novios, durante 11 meses. Para mí era demasiado seria nuestra relación: quería casarme, vivir con él, tener hijos de él. Era como mi máximo en la vida estar con él, a pesar de que la relación era destructiva, por lo menos de él hacia mí. Me presumía sus ex novias, me decía que habían sido muy bonitas, me hacia sentir fea y tonta. Pero yo lo aguantaba porque estaba embobada con él.

-¿Qué es lo que pasa? ¿Es algo malo? –le respondí yo cuando vi que no me decía nada. A pesar de que sólo éramos “amigos”, siempre decía que me quería, que yo le gustaba, que quería estar conmigo de formas que a mi me daban miedo, principalmente porque hacía tiempo que había dejado de confiar en él.

-Ayer, una amiga me llamó. Me invitó a tomar una cerveza, y yo… bueno, yo acepté. –cuando comenzó a decir esto, en mi corazón se detuvieron los latidos, como prediciendo que algo no andaba bien. Aunque él no lo vio, mis ojos hicieron una mueca extraña, como sabiendo lo que iba a oír. – Cuando llegué, ella tenía la botella lista. Tomamos hasta las 12, yo ni me di cuenta. Y luego…

-¿Luego qué? ¿Qué pasó después?

- ¿De verdad quieres saberlo?- de golpe, mi corazón volvió latir, tan a prisa que me mareo por un momento. Ya sabía lo que vendría ahora, no tenía necesidad de preguntar, aunque lo hice, necesitaba estar segura.

-Si, dime, ¿qué pasó después?

-Ella me invitó a su cama. –al decir esto, ocultó aun más su rostro, aunque lo poco que se veía no demostraba dolor alguno. Quizás algo de pena, pero era más otra cosa, como regocijo o alivio. Quería decirle que se detuviera, pero estaba congelada: aparentemente en vez de sangre, en mis venas corría hielo picado.

-Ah.

-Ni siquiera me di cuenta cuando me dejó el cuello morado. –el hielo se estaba volviendo vomitó o algo parecido, pues el asco me invadió de repente. – Estuve con ella toda la noche. Estaba tan tomado. Ninguno de los dos planeo esto, yo solo quería tomar una cerveza con ella.

-Ah. –nada más, mi boca no respondía, aunque mis manos estaban tensas mientras hacia arrugas en mi falda, la que me puse sólo para verlo a él. Quería moverme y no podía. Quería correr pero mis piernas no respondían. Quería llorar, pero el nudo estaba atorado en mi garganta, por lo que mis ojos permanecían secos, sin asomo de lagrimitas o algo. Y el vómito en mis venas se estaba convirtiendo en agua.

Él bajó sus manos. Pude ver en su rostro el alivio, nada de pena, nada de dolor. Volteó a verme, supongo que para checar si yo lloraba o si me había dolido, pero vi su confusión cuando me vio. Yo no estaba llorando, ni riendo, ni nada de eso. Temblaba un poco, pero no más que eso. Cuando el agua se volvió a transformar en sangre, mis piernas respondieron, y como si hubieran estado esperando eso, me pusieron de pie rápidamente.

-Ah, está bien. Yo tengo que irme. Que bueno que te hayas divertido. Ya ves, cosas pasan el 14 de febrero.- fue lo último que dije para después salir corriendo hacia ningún lado, recordando porqué odiaba tanto esa fecha. “Cosas pasan el 14 de febrero”, y no son siempre cosas buenas.