El acechador está cerca.
La ha visto, y se acerca lentamente, desafiando sus instintos que le obligarían a correr en un momento como este.
Ella está ahi, indefensa, frágil contra su fuerza de cazador. Sonríe, mostrando los dientes blancos, los colmillos afilados, la mirada asesina. Su presa está a punto de caer en sus garras.
Cuando un rayo de sol asoma entre los árboles, el tiempo se detiene para él. La razón está volviendo. Puede ver la escena que está a punto de desarrollarse: el calor de su cuerpo, el olor invitante, el color de sus mejillas antes de... Y la vida, la vida escapándose de su cuerpo mientras yace entre los brazos de su asesino. La última mirada, la mirada que siempre lo despide con un sentimiento distinto, dependiendo de su víctima. ¿Qué sería ahora? ¿Dolor? ¿Rabia? ¿Tristeza? ¿Pánico? ¿Odio?
Odio... pensar en eso lo congela. Quitarle la vida a la persona más importante, ¿cómo podría? ¿Cómo vivir cuando la única razón de tu existencia yace inerte entre tus brazos, y el único culpable de eso eres tú?
La necesita para seguir vivendo, de todas las formas posibles en que uno puede necesitar de otro.
El viento ha soplado de nuevo, llevando hasta él ese atrayente olor de su presa. La razón parece estar ganado sobre sus instintos, pero eso cambiará en cualquier momento.
El cazador ha sonreido de nuevo, pero su mirada no refleja esa sonrisa.
Cuando leo tu blog me siento en clase de literatura , eso si no con Julieta Ortíz eh !
ResponderBorrarNo sé si sentirme feliz o ponerme a llorar con lo que me dices....
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