21/2/09

Primera Leyenda del Sol y la Luna

Me gusta ver la Luna de día, como si se hubiera equivocado.

Dicen que hace mucho tiempo, antes de que hubiera vida sobre la Tierra, sólo había caos y oscuridad. No había día, no ahbía noche, no había un cielo y un mar. Y la Luna y el Sol pasaban su existencia juntos, abrazados como amantes.
Entonces, Dios (o Zeus, o Alá, o quien más convenga), salió a ver que pasaba en el planeta que había creado y abandonado a su suerte, y se dio cuenta de que la Luna y el Sol hacían el amor todo el tiempo sobre el cielo que Él había creado, y se molestó al ver que estaba mal.
Entonces decidió poner orden: separó al tierra del cielo y del mar. Y separó a la Luna del Sol.
El Sol era grande, fornido y poderoso: resplandecía por su fuerza, y su calor parecía necesario para mantener la vida en la Tierra, por lo que lo eligió para aparecer durante el día: su luz daría guía, calidez y protección a todo ser viviente.
La Luna no era como él. Débil y pálida, el Señor la mandó a aparecer cuando el Sol se fuera, manteniendo un ténue resplandor para mantener a salvo a todas las criaturas de la Tierra. Así, ambos amantes permanecerían separados, para beneplácito del Sol.
Durante un tiempo pareció funcionar.
El Sol irradiaba calor. Su fuerza no parecía disminuir jamás, y las criaturas que comenzaban a habitar el planeta lo alababan como si él mismo fuera una especie de dios. Todo iba bien para él.
Pero en las noches, la Luna se consumía por su dolor. Su débil rayo se desvanecía noche tras noche, y su bella figura iba menguando conforme el tiempo pasaba. Su amante se había ido y no podía verlo, y la tristeza estaba acabando lentamente con ella.
Dios se dio cuenta de que pronto la Luna iba a desaparecer en el cielo. Se apiadó de ella, pero no lo suficiente como para regresarle a su novio. En vez de eso, pintó el cielo con millones de diminutos puntos luminosos, de estrellas, que acompañarían a la Luna en sus noches de pena y la alegrarían con sus destellos, así ya no estaría sola. Pero la Luna seguía deprimida. Las estrellas, aunque formaban un exccelente grupo de amigas, no llenaban el enorme espacio vacío que dejaba el Sol.
Y entonces Dios ablandó su corazón, y le premitió a la Luna volver a ver a su amado. Cada vez que su tristeza fuera tanta, que no le permitiera mantener su luz en el cielo, la Luna podría salir a ver a su amante, y oscurecer el cielo para hacer el amor. Y la gente lo llamó Eclipse.

Creo que la Luna ahora escapa más frecuentemente, y vigila casi escondida en el cielo de la tarde a su novio, sin que Dios se de cuenta.

1 comentario:

  1. debo admitir es una forma interesante de verlo, bastante romantico-poetica

    aunq creo q pudiste extender un poco mas el texto, pero se leyo agradable


    y ps creeme q mientras publiques pasare a leer, aunq no comente siempre, me gusta leer blogs

    lastima q yo ando en una etapa de no querer publicar nada, pero si regreso yo te aviso je..

    ResponderBorrar