22/2/09

Una lágrima

Mis padres me inscribieron en un colegio para que estudiara la primaria. Bueno, a mi y a mi hermano. Dentro de las clases que llevabamos estaba, obviamente, la materia de Educación en la Fe, además de los rosarios cada miércoles, el ir a misa cada domingo como obligación y las constantes alusiones a la religión. Para mi, se hizo una suerte de costumbre hacer todos esos rituales destinados a una divinidad cuya existencia estaba sólo supeditada a nuestra fe.
¿De qué sirve esta introducción? Bueno, a una anécdota que voy a contar a continuación.
No recuerdo qué estaba haciendo ese día, ni qué pasó que me llevó a acabar llorando desconsolada en mi cama. En realidad, el recuerdo es muy borroso. Lo que sé es que mi hermano llegó a consolarme, aunque de una forma que ahora me parece un poco peculiar. Se acercó a mi, se sentó a mi lado sobre mi cama, y me dijo, aunque quizás no con estas palabras: "No llores. No debes llorar, porque llorar es pecado". Obviamente, dejé de llorar, más por confusión que por consuelo, y le pregunté porqué estaba prohibido llorar, porqué era pecado llorar. Su respuesta, la cual es un poco menos borrosa, aun ahora me sorprende: "En la escuela lo dijeron. Llorar es pecado, porque Dios te ha dado motivos suficientes para ser feliz. Tienes todo para ser feliz, para estar contenta, para reir, que llorar es un egoísmo, y no tienes ningún derecho para hacerlo. Por eso es pecado llorar".
En ese momento, lo único que hice fue limpiarme las lágrimas, aunque no entendía muy bien lo que mi hermano quería decirme con eso (quizás deba mencionar también que mi hermano es un año y medio menor que yo, y que para ese momento eramos unos niñatos de no más de diez años). Sólo entendí que llorar era pecado, y que como tal debía ser evitado.
No he olvidado la anécdota; sin embargo, no he podido aplicarla en mi vida diaria. Tanta sabiduría infantil ha quedado un poco relegada, porque he encontrado un desvío.
Lloro no porque sea egoísta, ni porque carezca de motivos para ser feliz. Lloro porque mi corazón está tan lleno que desborda, porque mis emociones son tantas que no encuentro otra forma de expresarlas que con una lágrima. Lloro porque siento, porque reir no es suficiente, porque suspirar no me complace. Lloro, porque sería más egoísta quedarme con todas esas emociones, con todos esos sentimientos para mi sola. Lloro porque Dios me ha dado la capacidad de hacerlo, porque es la mejos forma de hacerle saber que sigo siendo tan humana como en el primer momento que me dejó ver la luz del sol.

Sólo para que sepas: esta vez no es ficción.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario